Participar plenamente en la vida cultural y artística: Un derecho reconocido a niños, niñas y adolescente

Participar plenamente en la vida cultural y artística: Un derecho reconocido a niños, niñas y adolescente
Por Adolfo Lacuesta, Director de la Fundación PROYECTO SOLIDARIO por la Infancia
  • Fecha: 11-03-2014
  • Adolfo Lacuesta

La Convención de los Derechos del Niño aprobada por Naciones Unidas en 1989 (y ratificada por España en 1990), reconoce en su artículo 31 el derecho del niño al descanso, al esparcimiento, al juego, las actividades recreativas, la vida cultural y las artes.

Recientemente el Comité de los Derechos del Niño, organismo encargado de velar por el cumplimiento de la Convención, ha presentado una Observación General para impulsar una reflexión global sobre el artículo 31.

A través de la vida cultural y de las artes, los niños y niñas y sus comunidades expresan su identidad específica y el sentido que dan a su existencia y configuran una visión del mundo que representa su encuentro con las fuerzas externas que afectan a sus vidas.

La expresión cultural y artística se articula y se disfruta en el hogar, en la escuela, en la calle y en los lugares públicos, así como a través de la danza, los festivales, las artesanías, las ceremonias, los ritos, el teatro, la literatura, la música, el cine, las exposiciones, las películas, las plataformas digitales y los videos.

La cultura emana de la comunidad entera; ningún niño o niña debe verse denegado al acceso a su creación o a sus beneficios. La vida cultural emerge de la cultura y la comunidad, no se impone desde fuera; la función de los Estados es actuar como facilitadores, no como proveedores.

El derecho de los niños a participar libremente en la vida cultural y las artes exige que los Estados, respeten el acceso de los niños y las niñas a esas actividades y su libertad de elegirlas y practicarlas, y se abstengan de inmiscuirse en ello, salvo por la obligación de asegurar la protección del niño y la promoción de su interés superior. La decisión de los niños y las niñas de ejercer o no ejercer este derecho es una elección propia y, como tal, se debe reconocer, respetar y proteger.

El derecho de los niños y las niñas a participar plenamente tiene tres dimensiones interrelacionadas que se refuerzan mutuamente:

1.- El acceso, por el cual se brinda a los niños y niñas la oportunidad de experimentar la vida cultural y artística y de adquirir conocimientos sobre un amplio espectro de formas distintas de expresión;

2.- La participación, que exige que se ofrezcan a los niños oportunidades concretas, individuales o colectivas, de expresarse libremente, comunicar, actuar y participar en actividades creativas, con vistas a lograr el desarrollo pleno de sus personalidades;

3.- La contribución a la vida cultural, que comprende el derecho de los niños y las niñas a contribuir a las expresiones espirituales, materiales, intelectuales y emocionales de la cultura y las artes, promoviendo así el desarrollo y la transformación de la sociedad a la que pertenece.

La falta de inversión en oportunidades culturales y artísticas para los niños y niñas. El acceso de los niños y las niñas a actividades culturales y artísticas se ve restringido, en muchos casos, por una serie de factores que incluyen la falta de apoyo de los padres, el costo del acceso; la falta de transporte; el hecho que numerosas exposiciones, juegos y actividades se centren en los adultos; y la falta de participación de los niños y niñas en la definición del contenido, el diseño, el lugar y la forma de las actividades.

Debe prestarse más atención a la creación de espacios que estimulen la creatividad. Los directores de los lugares artísticos y culturales  deben mirar más allá de los espacios físicos que administran y considerar de qué manera sus programas reflejan la vida cultural de la comunidad que representan y cómo responden a ella.

La participación de los niños y las niñas en las artes requiere un enfoque más centrado en ellos, que incentive sus creaciones y las exponga y que los haga participar también en la estructura y los programas que se ofrecen. Esta participación durante la infancia puede estimular los intereses culturales de por vida.

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